jueves, 23 de abril de 2009

Hay una dulzura en tu mirada,
de cansados ojitos rojos,
que mece mi mano,
en tu hombro posada,
como si el miedo de mil ejercitos,
siempre te acompañara,
y el amargo ardor de mis entrañas,
lo notaras en tu pecho, desolada.

El rumor del mercado te acompaña,
el hedor de tu fobia,
pudre la cosecha,
de una tierra árida y desamparada,
por la peste negra,
que a esta tierra empapa
de vino putas y mala saña.

Mil dagas se te clavaban,
en tu piel curtida y golpeada,
por sueños de una luna,
que en un vaso ancho acababan,
como el final de los cuentos,
las perdices anhelabas.

Tu vientre estéril,
un fruto de el sol esperaba,
en una retrato de pared ,
su rostro vislumbrabas,
era la viva imagen,
de la luz que se apagaba.

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