lunes, 14 de diciembre de 2009

"-Y brindamos...
-¿y por qué brindamos...?
-...porque me dures mucho tiempo...
-...pues va a ser que si."



Y te pediré que me eches una mano...
y me echaras las dos...




jueves, 10 de diciembre de 2009

El baño


La sensación de calor empieza en los primeros dedos del pie que introduzco en el agua. Me recuerda a los baños templados que me daba mi madre para bajar la fiebre cuando era un mocoso con gripe.

Mi cuerpo se desliza lentamente inundando todos los orificios y poros de mi cuerpo, y voy adoptando la forma del mármol.

Es como nadar en liquido amniótico en el vientre de una madre.

Cuando el agua cubre mis orejas, la percepción de la realidad se ve distorsionada por el eco que se produce al filtrar los sonidos el liquido elemento. Parece que este en otro planeta.

Solo me asoma la nariz y la barriga, y me da la sensación de ser una isla que flota en el mar de mi bañera.

Me imagino a unos pequeños habitantes, viviendo en una comunidad utópica, en la costa de mi ombligo, vislumbrando unos pequeños montículos que asoman al sur del mar, y es que los dedos de los pies, siempre me asoman.

Cojo el jabón en pastilla, y froto enérgicamente pero con suavidad, como si de un jarrón de bohemia se tratase. Lo mismo hago con el pelo, pero dejando que mis dedos se enreden en lo nudos, notando la espuma que chisporrotea entre mis yemas arrugadas.

Vuelvo a sumergirme, y por arte de magia, aquella isla vuelve a aparecer, pero como si el paso del tiempo, las placas tectónicas, y el mar la hubiesen cambiado. Es la misma isla, pues no deja de ser mi barriga, pero con grandes diferencias. Ahora, justo donde se vislumbraban los diez montículos al sur, un gran valle, con un pequeño golfo, y a los lados, dos grandes montículos llenos de la espesura de la selva, debería depilarme las piernas pienso en ese instante.

Acerco mi mano, a lo que para los habitantes de la isla debe ser el fin del mundo, y que para mi, solo es el poyete donde dejo un vaso vacío. Y es que las distancias se acortan, si eres Dios y no hombre.

Lo siento mucho pequeños seres habitantes de mi isla imaginaria, pero hoy, va a llover torrencialmente.

Ahora ya no es una isla perdida en el mar, ahora soy una roca que asoma en el lecho del río, justo donde una cascada o mejor dicho, un pequeño vaso, rompe la tranquilidad. Siento como la fuerza del agua moldea mi bravura y me quita los últimos restos de jabón de mi cuerpo. Me imagino centenares de cangrejos de río, debajo de mi nuca, habitan temerosos de ser el sustento de una familia de predadores que vivan en la zona. Podéis estar tranquilo mis pequeños amigos decápodos, soy vegetariano.

Al final, tras más de dos horas en remojo, cual garbanzo la noche antes de un cocido, decido que es hora de ir saliendo. Me despido de mis pequeños seres imaginarios, de los habitantes que me ven como la madre tierra, y vuelvo a ser un humano más, pero un poco más limpio y fantasioso que antes de empezar.

 
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